Relatos con toque navideño

El alumnado de 2º de ESO tenía que escribir unos relatos relacionados de algún modo con las Navidades y, aunque estas ya quedaron atrás, os damos la oportunidad de leer algunos de ellos:


Esa nochebuena

Era nochebuena, me estaba preparando para salir hacia casa de mis abuelos donde celebramos la cena.

Al llegar comenzaron los saludos, abrazos, besos… Y nos sentamos todos. Como cada año mi abuela había preparado todo un festín. En la cena hablaron de los temas de siempre: política, trabajo, regalos… Hasta que mi abuelo dijo:

-Va levantaros todos, coged los abrigos y vámonos a la misa del gallo.

Obviamente, todos los adultos aceptaron por compromiso, pero nosotros, los más jóvenes, comenzamos a rechistar, aunque al final no quedó otra opción. Salimos del edificio rumbo a la iglesia del barrio. Allí comenzaron otra vez todos los saludos, besos, abrazos…

Finalmente, nos sentamos; a la media hora más o menos la mayoría estábamos medio dormidos cuando se oyó un ruido muy fuerte. Todos miramos al frente y vimos a uno de los ayudantes del sacerdote en el suelo. En ese momento cundió el pánico: todo el mundo gritaba y hubo una avalancha. Cuando los primeros salieron también recibieron un disparo. Por la puerta aparecieron una mujer y un hombre encapuchados y comenzaron a matar a todo el que se les cruzaba.

El hombre se acercó a mi fila y me apuntó. En ese momento apareció la policía y le pegaron un tiro.

Por suerte, no sufrí ninguna herida, y pudieron salvar a todos los heridos menos al ayudante del sacerdote.

En ese momento comenzaron los aplausos.

Y ahora le tocaba el turno a los jueces. ¿Cómo quedaría? ¿Sería la historia ganadora de ese año?

Gisele Fernández


LA ESQUIADA

!Hola! Mi nombre es Pol y os voy a contar las recientes vacaciones de mi familia, durante estas fiestas, en el frío país de Andorra. Nuestra idea no era hacer turismo o ir de compras sino esquiar, como la mayoría de los visitantes de este blanco país.

Iniciamos nuestro viaje desde nuestra ciudad de residencia, Tarragona y después de tres horas de viaje y un par de paradas para estirar las piernas y comer llegamos al hotel. Aunque éste tuviera tres estrellas, lo cierto es que las instalaciones estaban bastante desgastadas por el tiempo y, por ejemplo, tenía las puertas de las habitaciones algo maltrechas. Aunque el antiguo aspecto del hotel pudiera echarte atrás a la hora de instalarte allí, la sala de juegos con un billar y un futbolín nos hicieron mejorar nuestra valoración, ya que nos permitieron finalizar el día jugando unas emocionantes partidas.

Pero, sin duda, lo mejor del viaje fue la buena organización de la agencia y del hotel y la comodidad de un bus gratuito que te lleva al funicular con el que subes a las pistas de esquí.

Llegamos al hotel a las tres de la tarde y, después de instalarnos, tomamos el bus que nos llevó al funicular. Justo al lado se encontraba una tienda de esquí en la que alquilamos todo el material necesario para mí, mi hermana y mi padre.

Al día siguiente, nos levantamos temprano y nos equipamos con el material para esquiar, desayunamos y pusimos rumbo a las pistas de esquí. El funicular era muy cómodo debido a sus confortables asientos y un soporte en la parte superior de la cabina para dejar los esquís, que pesan mucho. El viaje en esa cabina fue de unos quince minutos de duración, pero las increíbles vistas de los Pirineos y la blanca nieve en la que se reflejaba un espléndido sol, hacían que esos 15 minutos se pasaran volando.

Cuando llegamos a la pista, mi madre se quedó en el bar porque no le gusta esquiar y nosotros nos dirigimos a las pistas. Fue un día muy completo, ya que bajamos un montón de pistas muchas veces, pero en el último descenso hubo un problema. La pista era roja, una dificultad bastante difícil de por sí, pero la nieve estaba helada, lo que hacía de intentar frenar una pesadilla. La pista se componía de cuatro descensos. Mi padre y yo completamos la primera bajada sin complicaciones pero mi hermana se bloqueó de miedo y en vez de deslizarse con los esquís por la pendiente, decidió encogerse como una bola y bajar rodando hasta alcanzarnos. Mi padre y yo estábamos desternillándonos de risa.  Eso y un fallo en mi esquí provocaron que sufriera una caída en la nieve virgen quedando todo mi cuerpo cubierto de nieve menos mis dos piernas.

Después de este día lleno de emociones, volvimos al hotel a descansar y al día siguiente pusimos rumbo a Tarragona.

Pol Duch


EL GRAN SUEÑO DE PIPO

Hola soy Pipo, un perro simpático de apenas un año, y me gustaría explicaros cómo se cumplió mi sueño. A los pocos meses de nacer, mi madre fue atropellada por un camión y me quedé solo, completamente solo. Al cabo de un tiempo subsistiendo con la comida que me encontraba por la calle o que hurtaba en los mercadillos llegó la Navidad. Era una época que me traía buenos recuerdos porque siempre la había compartido con mi mamá, aunque ahora sentía una profunda melancolía. Tenía la esperanza de que alguien me acogiera y aunque las posibilidades eran escasas, mi espíritu navideño no se daba por perdido.  Deseaba con todas mis fuerzas que durante aquella Navidad encontrara finalmente mi sitio en el seno de una nueva familia.

Sin embargo, para que mi sueño se cumpliera tuve que callejear mucho. Durante toda la Navidad anduve sin parar. La mayoría de las personas a las que me acercaba me rechazaban, aunque alguna que otra antes de apartarme me daba algo que llevarme a la boca. Tenía cuerpo machacado de tanto andar. Además del cansancio, muchas veces la  gente me ahuyentaba a gritos de su  portal. Cuando se hacía de noche me encontraba triste y desolado, sin ningún lugar donde poder descansar un buen rato, puesto que al poco tiempo de instalarme en un sitio acogedor y refugiado de la lluvia, otros perros me expulsaban de este.

Finalmente, tras muchos días, los dueños de una casa me acogieron: Todo fue cuando, en un pequeño parque natural, a una niña que debía tener no más de 6 años se le escapó la pelota a un cercano lago. Desesperada por no poder cogerla se puso a llorar. Fue en ese momento en el que aparecí yo, Pipo, para acercarle el balón a la niña. Muy agradecida me acarició y besuqueó tanto como pudo pero… al cabo de un rato había llegado la hora de irse. Finalmente, después de tanto llorar sus padres me admitieron en su casa. Éste fue el regalo de reyes de la pequeña niña. Aquel día me sentí el perro más afortunado del mundo. Nunca me había sentido tan querido. Fue en ese momento en el que supe que el destino había escogido a esa familia para mí. Y ahora sé que nunca más me volveré a sentir solo.

Y esta es la historia de cómo Pipo, un perro de apenas un año, consiguió a una familia que le quisiera.

Iker Ferrer

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